La imaginación y los pelos del oso


Releer «Un mundo feliz» a los cuarenta y cuatro depara sorpresas como descubrir que Huxley previó el cine en 3D en 1932. Apenas cinco años antes se proyectó la primera película sonora («El cantor de jazz») y es posible que pocos imaginaran hasta dónde llegarían las técnicas cinematográficas a comienzo del siglo XXI.
Recordemos que en «Un mundo feliz» todas las reacciones y pensamientos son acondicionados desde la niñez a través del método pavloviano. Los sentimientos espontáneos no se permiten. Para los habitantes de este futuro, la emoción está en la perfecta reproducción de los pelos del oso.
Huxley escribe:

Hace unos años asistí a un congreso de animación donde había productores, guionistas, técnicos y otras personas relacionadas con el audiovisual. Durante una jornada intensa se tocaron muchos temas. En las comidas se hablaron de proyectos y técnicas. Lo que no se habló, en ningún momento, fue de historias, de guiones, de emociones. Para los productores era más importantes conseguir un determinado número de imágenes por segundo o unas determinadas texturas antes que proveerse de una buena historia.
En cualquier caso, el cine de animación o de imagen real, no debería buscar la reproducción fiel de una piel de oso. El cine es prima-hermana del teatro, y por ello busca que lo irreal, lo ilógico, lo absurdo sea considerado como real apelando a la imaginación del espectador.
Durante un año fui a diez representaciones de teatro en el Lope de Vega de Sevilla. Redescubrí la magia que ya no encontraba en las películas. Decorados de cartón piedra. Luces y sombras para crear atmósferas. En «La señorita Julia» de Strindberg dirigida por Miguel Narros, los escenarios se montaban sobre la marcha. Aparecía personal del teatro y montaba lo necesario para la escena. Esto, al comienzo chocante, formaba parte del encanto. La irrupción de la realidad no me sacó del drama interpretado con gran talento por María Adánez (desaprovechadísima actriz).
¿Qué podemos hacer nosotros, los guionistas? No tenemos decisiones sobre la técnica. Pero sí podemos prescindir de ella a la hora de escribir. Pensar más en «Dogville» que en la enésima revisión de «La Guerra de las Galaxias». Si escribimos para niños, pensar en historias, y no en efectos digitales. No apoyarnos tanto en el escenario y en el atrezo, y sí en la palabra, en las reacciones, en LOS SENTIMIENTOS.