Escribe fragmentos llenos de emoción


Encendemos la tele y pillamos un momento de Los Simpsons. Con suerte es un episodio que no conocemos. No sabemos si la serie empieza o acaba. A menudo completamos en la cabeza episodios vistos a fragmentos.

Esto es interesante.

Sentimos placer viendo los fragmentos. Nos reímos. En estos fragmentos HAY EMOCIONES. Cada escena está concebida como un microcuento, con un comienzo, un principio y un desenlace. No hay momentos informativos ni de relleno. Tampoco hay juegos de palabras ni chistes del tipo «te pareces a…» o «pues tú…» Estos fragmentos nos atrapan en el momento. En cada fragmento alguien quiere algo y lo consigue o no en la misma escena: una pequeña decepción, una pequeña alegría o una promesa. Pequeñas acciones al margen de la trama principal.

Esta manera fragmentaria de ver televisión demuestra que necesitamos poca información para entrar en una historia. Necesitamos EMOCIONES.

Los creadores de videojuegos colocan golosinas por el camino: puntos, monedas de oro, objetos especiales… De manera que el recorrido está lleno de pequeñas emociones para el jugador, al margen de la gran misión.

Es cierto que hay géneros en los que entrar en medio dificulta el seguimiento (el procedimental) o diluye la emoción (el terror o el drama). No obstante, para estos géneros también es válida la idea de racionar la información, hacer de cada escena un microcuento, dejar golosinas…

No descubro nada nuevo. El rectángulo debe estar lleno de emoción, dijo Hitchcock. Por ejemplo, series dramáticas como Breaking Bad o Los Soprano están llenas de microcuentos.

Hay que tener el valor de tirar y borrar lo que no provoque exclamaciones. Las escenas deberían despertar un «¡jodeeeer!», un «¡oh-oh!», un «¡coño!», un «¡mmm!» o un «jaja» o cualquier otra expresión medio animal.