Entrevista: Alberto Nahum


Alberto Nahum García se presenta así en su estupendo blog Diamantes en Serie:

«Profesor universitario, investigador televisivo, cinéfilo y seriéfago. Me gano la vida con las dos primeras, me divierto con las dos últimas».

También es un magnífico conferenciante y subdirector del Máster de Guión de la Universidad de Navarra, que tiene como profesores a Ramón Campos (creador y productor de Desaparecida y Gran Hotel), Susana Herreras (responsable de Ficción de Canal +), y a guionistas como Nacho López, Luis Piedrahita o Jordi Gasull entre otros profesionales e investigadores del audiovisual.

Aprovechando que tomamos unos cafés, le propuse que respondiera a un cuestionario sobre las series norteamericanas: formatos, estructuras, temáticas… Y he tenido la suerte de contar con sus respuestas.

La entrevista a Alberto Nahúm

JAVIER: Una cuestión que en ocasiones me planteo como guionista y como espectador es: ¿Por qué a menudo una película de 120 minutos es imperfecta (escenas innecesarias, agujeros lógicos y dramáticos…) y sin embargo series como Breaking Bad o Los Soprano o Deadwood mantienen una calidad constante, prácticamente desde el primero al último capítulo?

ALBERTO N.: Hay que llevar cuidado, porque a veces caemos en comparar películas imperfectas con series perfectas. El equivalente a un capítulo de Breaking Bad o Deadwood debería ser una buena película de los Coen, Polanski o alguna de las cimas de Scorsese. No vale comparar Los Soprano con, qué sé yo, Una terapia peligrosa. Juegan en ligas diferentes. Habría que mirarla con el espejo de Uno de los Nuestros o El Padrino, para ser honestos.

Dicho esto, una de las grandezas de las series de televisión es que componen un universo narrativo que, si funciona, permite una narrativa expandida que las hace irresistibles. Por eso nos cautivan tanto: si uno se siente cómodo en la consulta del Dr. Weston, sabe que tiene terapia para rato. Si a uno le va la marcha de 24, sabe que las reglas del juego hacen que la propuesta le dure durante todo un día.

En todo caso, has citado series muy sólidas, que han sido capaces de mantener el nivel de calidad desde el minuto uno. En el caso de Breaking Bad, incluso ha ido in crescendo. Pero hay muchas otras que tienen una línea argumental de fondo muy potente y que, sin embargo, se desinflan: Supernatural o Dexter son los últimos casos.

JAVIER: En una de tus conferencias hablas de las formas narrativas de las series y los referentes que han tomado del cine. Hasta ahora, las series han reproduccido la narrativa cinematográfica más clásica. ¿Crees que las series se atreverán a tomar otros referentes que no sean los de Hollywood?

ALBERTO N.: Yo creo que ya juegan con referentes que van más allá de Hollywood. Desde el punto de vista visual, hay series que juegan con una estética muy libre, como de videoclip (Skins, Misfits), otras que vampirizan los mecanismos de la telerrealidad (The Office, Parks and Recreation, The Comeback), las de más allá que reclaman el cómic (The Walking Dead). Y así con muchos referentes. Hasta hay quien ha comparado la narración de The Wire con la de un videojuego (Jason Mittel).

Pero es que desde el punto de vista narrativo la televisión permite un juego en largo que el cine no puede ofrecer (salvo en las sagas tipo Harry Potter o El señor de los anillos). En consecuencia, yo no solo destacaría la influencia del cine comercial de Hollywood, sino que traería a colación la novela. Las series actuales, sobre todo las más “seriales”, toman prestados más mecanismos narrativos de la novela del XIX que del cine del XX.

JAVIER: Al hilo de la anterior pregunta, ¿crees que las series acabarán por inventar una nueva forma de contar o depurará el “estilo cinematográfico”?

ALBERTO N.: Todo está inventado. Solo queda hacer variaciones, reciclajes y actualizaciones más o menos felices. Cambios de formato a lo sumo. En este sentido, las mayores renovaciones estilísticas seguirán proviniendo de los márgenes del cine comercial (vanguardias, circuito indie, cines periféricos). La televisión tiene un techo experimental evidente: está obligada a ser rentable, por lo que como mucho llegará a domesticar ciertas vanguardias o a jugar a ser revolucionario, como hace Community, desde una perspectiva lúdica, autorreflexiva, muy paródica.

JAVIER: Una de las quejas habituales de los guionistas españoles es que los formatos de televisión no se corresponden con los géneros: sitcoms de 75 minutos, episodios de una hora que duran 90 minutos. ¿En la televisión norteamericana siempre se respetan los tiempos? ¿Se ha experimentado con otros tiempos?

ALBERTO N.: Creo recordar que en el libro de Concepción Cascajosa hablan de dramas de 90 minutos en los años 60. Pero eso ya se superó. A lo más que ha llegado la televisión actual es a saltarse la rigidez en el cable Premium. Al no tener anuncios, las series de la HBO podían reformular la estructura aristotélica tradicional o, si era necesario, alargar un capítulo. De hecho, la mayoría de sus dramas se van hasta los 60 minutos y sus comedias llegan a los 27 ó 28.

En todo caso, no deja de ser un ejercicio artesanal admirable el de esos guionistas que, semana a semana, se las apañan para meter todos los conflictos en un formato tan predeterminado como el del drama de 40 minutos. Intuyo que formatos tan delimitados son una fantástica escuela para aprender el arte de la elipsis. Por eso hay series que tienen un ritmo narrativo tan vertiginoso, incluso sin necesidad de tiros y acción (estoy pensando en The Good Wife, que puede ser frenética y, como mucho, va del juzgado a la alcoba).

JAVIER: Si tuvieras que dar tres o cuatro ingredientes para crear una serie de televisión, ¿cuáles serían?

ALBERTO N.: Soy espectador; nunca he sido creador. Me parece un trabajo dificilísimo, que respeto y admiro mucho. Solo puedo contestar como espectador: en una serie a mí me gusta encontrar sorpresa (narrativa, temática o, incluso, ideológica), consistencia y humanidad. Para entender esto último siempre recomiendo un par de dramas de la FX: Terriers y Justified. Sus personajes, sin dejar de ser de género, perfilan una humanidad que los hace ¡tan, tan auténticos!

JAVIER: Uno ve series como Juego de tronos o Boardwalk Empire o Hermanos de sangre y se pregunta… ¿Qué ponen en el cine que pueda llamarme la atención tanto como cualquiera de estas series? ¿La televisión acabará de alguna manera matando al cine? ¿Qué piensas sobre esto?

ALBERTO N.: Yo creo que es un tópico que no haya buen cine. Claro que sigue habiendo películas de una calidad sobresaliente. Lo que pasa es que las series ahora están muy de moda y, hasta cierto punto, sí que han ganado un terreno: el del entretenimiento comercial de calidad. Como en el Hollywood clásico, la televisión anglosajona ha encontrado un equilibrio muy sabroso entre arte e industria. Como hacían Wilder, Ford, Lubitsch, Hawks, Hitchcock… Es una tele que sabe divertir, entretener al público, proponer diversos niveles de lectura y ser rentable. The Wire es todo eso; o, si quieres, algo más asequible como Lost nos sirve de ejemplo.

Pero en la gran pantalla también sigue habiendo cine comercial de calidad (el año pasado competían La red social e Inception, por ejemplo). Lo que ocurre es que tendemos a comparar Avatar con Battlestar Galactica. Y no. El equivalente estético sería Terra Nova, que es flojilla desde el punto de vista dramático. Lo mismo pasa con las comedias: solo hablamos de las grandezas de Parks and Recreation, la sofisticación de 30 Rock o la última crueldad exquisita de Ricky Gervais. Pero también hay comedias muy básicas que cosechan un éxito brutal en TV, como Dos hombres y medio.

En resumen, no creo que la televisión vaya a matar al cine ni mucho menos. Sí es cierto que es un medio cada vez más querido por cineastas (los últimos en llegar, Scorsese o Winterbottom), pero no compiten, sino que se complementan. Además, hay historias que siempre reclamarán dos horas y otras historias que necesitarán sesenta. Más crucial para el desarrollo del cine es la cuestión técnica: si las televisiones en casa son cada vez más espectaculares, si la red pone todo al alcances del mando, ¿qué ofrece la gran pantalla que no ofrezca el salón de casa?

JAVIER: Antes de Los Soprano era impensable que los protagonistas fueran “los malos”, y todos los policías eran decentes. Ahora los policías son de gatillo fácil, tienen vicios, emplean métodos poco ortodoxos, e incluso son corruptos; otras veces, los protagonistas de las series tienen ambiguedad moral (Nurse Jackie, Mad Men), e incluso son personajes con negocios sucios (Boardwalk Empire, Breaking Bad, Sons os Anarchy)… Luego está la violencia y el sexo cada vez más explícitos en una televisión tan conservadora como la norteamericana. ¿Hasta dónde se podrá llegar?

ALBERTO N.: Aquí caemos en otro tópico, muy europeo. ¡Como si nuestras televisiones no fueran conservadoras! ¡Muuucho más que la televisión americana en su conjunto! Y no, no creo que enseñar una teta sea un símbolo de radicalismo. Me da igual. Ser conservador o radical es otra cosa, mucho más profunda. Hablo de televisiones que arriesgan, no solo en la explicitud de sus propuestas (sexo, violencia), sino en la complejidad de sus tramas, en el atrevimiento ideológico, en la superación de lo políticamente correcto, en la ruptura de estereotipos, en la exploración de nuevos formatos y géneros, etc.

De todas maneras, no deja de hacerme gracia que se tilde a la televisión americana de conservadora o puritana. ¡Lo dice hasta gente inteligente! ¿Qué pasa, que la HBO se hace desde París? ¿Que Californication está ambientada en Carabanchel? ¿Qué Spartacus la produce la RAI? Es una dolencia muy europea esa de suponernos moralmente por encima de los americanos cuando, aquí, el mayor “radicalismo” que se permite la televisión española es el de mostrar las portadas de Interviú en horario infantil. Toma ya.

En USA, apenas un 45 por ciento de la audiencia ve los canales en abierto, los que tienen las famosas restricciones de la FCC. ¿Y? Y aún así son capaces de levantar series tan poco “conservadoras” como House, Padre de Familia, El ala oeste, Expediente X, Twin Peaks, Boston Legal, The Good Wife y un larguísimo etcétera. ¡Ya quisiera yo una tele así de puritana!

Lo que pasa es que se monta un pollo por no sé qué pezón de Janet Jackson y, claro, allá vamos con nuestros ejércitos de la Europa libre y educada, a salvar a USA de los supuestos fanáticos religiosos que les gobiernan. No deja de sorprenderme cómo una caricatura tan burda sobre la política y el pueblo estadounidense puede tener tantos adeptos.

Por terminar de responder a una pregunta tan larga: parte de la complejidad narrativa que caracteriza al medio en USA va anudada a la complejidad temática y, por tanto, a la ética. Una de los grandes saltos de la televisión americana, desde la explosión de finales de los noventa, ha sido el de sacar petróleo de la ambigüedad moral. Es un campo muy, muy rico. Todo un reto para el espectador. Basta con ver los excelentes pilotos de series como The Shield, Boardwalk Empire o Breaking Bad para constatar que el Bien y el Mal se conjugan en gris.

JAVIER: En el Master de Guión de la Universidad de Navarra la mayoría de los profesores están relacionados con las series de televisión (son guionistas, analistas o productores de series). ¿Es porque el guionista destaca o tiene más oportunidades en televisión que en el cine?

ALBERTO N.: No, no es así. Buscamos un equilibrio perfecto, matemático, entre televisión y cine. El primer semestre se dedica a la escritura de ficción televisiva y el segundo a un largometraje de cine. Sí es cierto que ahora mismo la televisión es un medio con más posibilidades laborales, pero el cine sigue concitando un interés primordial entre nuestros alumnos.

JAVIER: ¿Qué lagunas encuentras en la formación de los futuros profesionales del guión?

ALBERTO N.: Una mayor formación humanística. Por eso, es algo que no olvidamos en el MGA. Hay varios módulos que tienen que ver con literatura, antropología y estética. Porque contar historias no es inspiración; al contrario, tiene mucho de técnica, de trabajo casi artesanal. Sin embargo, para manejar bien el oficio hay que atesorar horas de vuelo en la vida, haber leído mucho, visto bastante y, sobre todo, haber pensado. Las mejores historias, las que dejan poso, son las de guionistas que tienen una poética.

JAVIER: Si alguien te pregunta: «¿Qué puede ofrecerme el Máster de Guión de la Universidad de Navarra?» ¿Qué puedes decir en veinticinco palabras?

ALBERTO N.: Un año para escribir televisión y cine bajo supervisión constante, sólida formación humanística, profesores y profesionales de primera línea y prácticas en verano.

JAVIER: Para acabar, ¿qué tres o cuatro series son imprescindibles para cualquiera que quiera aprender a ser guionista de series?

ALBERTO N.: Friends por su ritmo, El ala oeste por sus diálogos, The Shield por su mezcla de corto y largo recorrido y Mad Men por su sofisticación en el arte de la sugerencia.

Imagen: Máster en Guión Audiovisual- de la Universidad de Navarra.