Hacer una película por menos de 10000 euros


¿Hacer una película por menos de 10.000 euros? ¡Es posible! el guionista Rubén Ávila (firma invitada) nos cuenta su experiencia.

Por Rubén Ávila (firma invitada)

ruben avila la noche del raton

Dicen que escribir no cuesta dinero. O, cuando menos, no más del necesario para comprarse un ordenador o un lápiz y unas cuartillas (supongo que habrá alguien que siga escribiendo así). Sin embargo, cuando quieres rodar una película, cuando sabes que quieres hacerlo, y conoces el presupuesto del que dispones, las ideas comienzan a aquilatarse por el coste que conllevan.

Si dispones de menos de 10.000€ para llevar a cabo tu proyecto tienes que descartar de salida muchas cosas. En tu historia no puede haber decorados fastuosos, ni interminables escenas de acción donde termina media ciudad patas arriba. Pero lo que tampoco puede estar es la calculadora.

Es una mala idea escribir un guión como si fueras a ser el productor de la película, incluso aunque termines siéndolo.

La Noche del ratón ha tenido tres premios, incluído el de mejor guion

La Noche del Ratón es una película de ínfimo presupuesto cuya génesis, como la de todas las películas, es el querer contar una historia en fotogramas. Curiosamente la primera herramienta para lograrlo no es la cámara de video, sino el teclado del ordenador. Es el guión.

Cómo empieza todo

A cuatro manos (David R. Losada, el director de la película, y yo) —cansados de escribir historias que por no poder ser autofinanciadas se quedaban en la carpeta de “mis documentos” a la espera de una oportunidad que nunca iba a llegar— pergeñamos una historia que no dependiera económicamente de un tercero al que le tuviéramos que hacer la corte para que ni siquiera nos escuchase. Una que independientemente de todo lo demás tuviera ciertos elementos indispensables: pocos personajes protagonistas pero que se encontrasen en una encrucijada vital, que tuvieran que luchar por sus vidas; un solo escenario principal que por su función social fuera cotidiano pero que por su esencia dentro de la película se convirtiera en una ratonera, en un Nostromo urbano; y, por último, necesitábamos la figura del mal, siempre presente aunque no se le viera, ese mal informe que sin motivo aparente puede hacer saltar por los aires nuestras vidas.

Con estos tres elementos en mente es como comenzamos a escribir La Noche del Ratón, aunque entonces no tuviera nombre. Comenzamos a dar forma a la relación de Sandra con su novio Álvaro, conocimos a Jorge y su situación sentimental, fuimos poco a poco entendiendo cómo eran, nos convertimos en testigos de sus conversaciones banales, de sus discusiones intrascendentes —que aunque para ellos fuesen vitales en esos momentos, iban a dejar de serlo apenas unos minutos después, cuando sus vidas cambiaran para siempre—.

Porque aunque parezca diferente desde fuera, el guionista no es un demiurgo hacedor del mundo, no es libre de hacer lo que desee con la historia que está contando con palabras. 

Cuando se define a un personaje, éste actuará siguiendo su esencia, incluso si el guionista le fuerza a hacerlo de otra manera, porque cuando lo haga (si lo pretende en algún momento) una extraña sensación le invadirá, y a fuerza de impedirle el sueño, le obligará a dejar de retorcer la historia, para que fluya, para que ocurra lo que tiene que suceder y no lo que él quiere que suceda. Así que también sufrimos con Sandra y Jorge, y el resto de los personajes, al ver que no podíamos hacer nada para ayudarles, al convertirnos en espectadores de sus desgracias —aunque espectadores privilegiados, puesto que sabíamos más que ellos, conocíamos su terrible futuro—.

Del guión a la película

El guión tardamos unos tres meses en acabarlo, con sus correspondientes reescrituras incluidas. El tiempo suficiente para quedarnos medianamente satisfechos con la historia que queríamos contar y para que los plazos no se nos disparasen. Sí, porque no os olvidéis de que de lo que se trataba era de hacer una película, no sólo el guión. Y necesitábamos medir los tiempos para que nuestros esfuerzos no se diluyeran. Necesitábamos reunir a un grupo de personas que quisieran participar en el proyecto, aprovecharnos de sus energías y entusiasmo (y del nuestro propio) para que La Noche del Ratón pudiera existir. Como afortunadamente así fue.

Ahora toca esa parte donde se ensalza la calidad profesional y humana de todo el equipo. En nuestro caso así es, todos los que han participado en el desarrollo de la película han cumplido su papel increíblemente bien. Que la hayamos podido terminar es un claro ejemplo de ello. Pero al margen de la mención obligada no voy a incidir más en el tema, puesto que no es este el motivo del post.

El rodaje duró menos de tres semanas, con horario nocturno, de diez de la noche a seis de la mañana. Después vino la post-producción —que ha sido sin duda alguna la parte más larga—. Y ahora que finalmente está acabada es cuando viene lo más difícil, después de dos años de trabajo nos damos cuenta de que solamente hemos hecho la película.

¿Y ahora qué?

Una película no se realiza para meterla en un dvd y dejarla comiendo polvo en la estantería de tu casa. Existe para ser vista por el mayor número posible de personas. Esa es su razón de ser, no sólo económica sino de su existencia. Así que cualquier película estará incompleta si no llega a las salas de cines, si no se emite por alguna cadena de televisión, si no se ve en dvd o en streaming o de alguna de las múltiples plataformas existentes. Y esa está siendo nuestra lucha ahora.

Bueno, esa y lograr que sea económicamente rentable, para poder cobrar todos por el trabajo que hemos hecho y para poder seguir haciendo más películas en el futuro. No queremos que La Noche del Ratón sea la primera y la última. Aunque somos conscientes de que será muy difícil repetir la experiencia, volver a trabajar de la misma manera.

El cine low-cost

Cuando se habla de la democratización del cine, de que gracias a la tecnología cualquiera puede hacer una película, se olvida de que si bien es cierto que los medios de producción se han abaratado una barbaridad, dar vida a una película sigue siendo muy caro.

Nosotros hemos podido gracias a que un amplio grupo de personas han querido que La Noche del Ratón fuera posible. Pero el cine no debería ser un hobby al que dedicarse cuando se sale del trabajo. Y aunque rodar una película por 6.000€ puede convertirse en la única salida posible no debería ser el objetivo. De lo contrario estaríamos precarizando el cine, no democratizándolo.  

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