El desprecio al guionista


2016 fue el año del desprecio al guionista. No recuerdo tanta humillación en público a los hacedores de historias con palabras.

Los guionistas nominados a los Goya no pisaron la alfombra roja. Carlos López y Manuel Ángel Egealos creadores de La niña de tus ojos vieron como sus personajes eran apropiados por el director y la productora de La reina de España con argumentos aberrantes. (En toda película sobre Sherlock Holmes, aunque no esté basada en los textos originales y el personaje esté tergiversado por completo, no se oculta el crédito «basado en los personajes creados por Arthur Conan Doyle». Lo que se conoce como RESPETO).

Hay críticos que para ensalzar  la reciente 1898: Los últimos de Filipinas escriben contra Javier Olivares (¿qué razón hay?) por el episodio de El Ministerio del Tiempo dedicado al hecho histórico. Otros críticos, ignoran por completo el episodio, como si 1898: Los últimos de Filipinas hubiera sido una ocurrencia feliz tras la versión cinematográfica de 1945.

En más de un caso, cuando un crítico menciona a un guionista es porque no tiene más remedio. Por ejemplo, cuando es protagonista de la película, como en Trumbo. (En la imagen de arriba interpretado por Bryan Cranston).

Al desprecio institucional y del director oscarizado (¿le parece poco la estatuilla?) y de los medios se suma en las redes sociales el creciente desdén pseudo-intelectual hacia la ficción televisiva. No hablo aquí del menosprecio a la series españolas, ignoradas por muchos porque sí, independientemente de su factura. Me refiero al desdén a producciones norteamericanas de autor y burla hacia los seguidores.

Desprecio expuesto con frases como: «Dejad las series para la gente que no piensa», «las series no son cine», «las series son un producto de consumo rápido», «las series las dan masticaditas». ¿Acaso para entender las sagas Transformers o Fast and Furious es necesario tener un doctorado en Filosofía? Por supuesto que hay series tontas como películas tontas, pero sabemos que hay series que apabullan como las grandes novelas.

Este desprecio a las series (a los guionistas) ha crecido a la par que el consumo de series de televisión. Desprecio fomentado por críticos de cine, académicos sin brillo, aspirantes a dirigir películas y cinéfilos que babean con fotos de actores y de actrices.

Quienes sueltan las frases despreciativas, y en algunos casos tratan de justificarlos con extensos artículos, dejan entrever de alguna manera su desprecio por el guionista y su trabajo, que rara vez mencionan en sus palabras. Y si lo hacen, está en construcciones así: «el director FULANO no ha contado con un guión a la altura de su talento» o «endeble guión para el director MENGANO».

¿Por qué quienes dicen amar el cine no quieren a los guionistas? Aventuro una idea: quienes desprecian a los guionistas no podrían escribir un guión decente, pero de alguna manera creen que podrían ser buenos directores de cine. El guionista recuerda al cinéfilo que las películas tienen su base en las palabras y no en las imágenes.

Muchos creen que el cine es el medio de expresión del director. (El daño hecho por la Teoría del autor aún no ha sido suficientemente cuantificada). Y aunque un guionista puede tener tanto peso —a través de su guión— en el cine como en la televisión, en el cine no es nadie, pero en cierta televisión está considerado como el autor. Por esto se dice, por ejemplo, que Downton Abbey es una creación de Julian Fellowes, mientras que Gosford Park es UNA PELÍCULA DE Robert Altman, aunque tras el guión está Fellowes, y se nota: en ambas producciones hay el mismo tono y está presente la soterrada lucha entre criados y señores.

En las series, los nombres de los directores desaparecen, e incluso los nombres de los actores, muchos de los cuales son más conocidos por sus nombres de ficción que por sus nombres reales.

En la televisión, los directores y los actores están supeditados a la palabra (el guión) en favor de la coherencia artística y lógica entre los distintos capítulos. Pero el desprecio al guión y los guionistas no debería conducirnos al victimismo. Revela que temen la creatividad y el poder de los guionistas.

Truffaut escribió que el director de cine es el único profesional que no debería quejarse: está por encima de todos: puede destrozar el guión a su antojo, montar la película a su gusto, eludir a los productores… Solo tiene que contar con los colaboradores adecuados y guiarlos.

El guionista debe lidiar con adaptaciones de novelas intraducibles al lenguaje audiovisual o pobres o parte de la nada. El guionista monta mundos en ocasiones muy complejos con apenas un reducido número de palabras.

Mostrar un ojo lloroso es sencillo, pero es difícil emocionar con un escueto EVA LLORA. Y por raro que parezca, esto a veces funciona. La prueba es que hay productoras y televisiones que apuestan su dinero a esa lágrima de papel.

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